Autor:
Cerrillo Torremocha, Pedro César.
Edición digital:
Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2007.
Pedro
C. Cerrillo es escritor e investigador en el campo de la literatura infantil y
la educación literaria (LIEL). Además, es Doctor en Filología Hispánica por la
Universidad Autónoma de Madrid y Catedrático de Didáctica de la Lengua y la
Literatura de la UCLM. Tiene también estudios de Periodismo. Colabora como
crítico literario en El Día y actualmente dirige el Centro de Estudios de
Promoción de la Lectura y Literatura Infantil (CEPLI).
En
esta crítica Pedro C. Cerrillo expone los aspectos positivos que los niños
pueden desarrollar a través del cancionero infantil. Estas ventajas se centran
en el plano cultural y en el social. Desde el primero, los alumnos conocen
aspectos de la vida cotidiana en el pasado y pueden verse reflejados con la
identidad de su zona. En referencia al segundo plano, los alumnos pueden
construir una identidad que les permita integrarse dentro de la sociedad.
Además, si los niños se sienten portadores de esta tradición, esto les hace sentirse
mucho más motivados.
Respecto
a la eficacia del lenguaje no esperable, se observa la aplicación de la lírica
popular aún en la actualidad, sobre todo en los juegos, aunque en muchas
ocasiones esta lírica esté dotada de sinsentidos. En estos cancioneros
infantiles destacan los elementos estructurales y formales, pero no el
contenido, y a través de su práctica, se pueden aprender aspectos lingüísticos,
literarios, psicológicos, culturales y lúdicos, sin ser necesarias las clases
teóricas. Además, la lengua oral al estar dotada de aspectos paralingüísticos (entonación,
gestos, etc.) permite a los alumnos dar rienda suelta a su imaginación y
disfrutar con más intensidad.
En
cuanto al Cancionero Popular Infantil en los libros escolares, el autor critica
algunos libros de los años cincuenta que utilizan el cancionero con fines
instructivos, en lugar de fomentar la lectura por placer, dos ejemplos son: Geografía
rimada de España de Ricardo Muñoz Uestibidea (Madrid, 1950) y Letras.
Primer libro de lectura corriente, de Adolfo Maíllo (Salvatella, 1939). En este
apartado nombra alguna excepción de
libros que utilizan el cancionero sin los fines anteriores, dos ejemplos de
ello son: Lo que cantan los niños, de Fernando Llorca (Valencia: Prometeo,
1914) y Cancionero escolar español. Colección de cantos tradicionales. Grado 1,
Selección de Juan Tomás y José Romeu. (Madrid/Barcelona: CSIC, Instituto
Español de Musicología e Instituto San José de Calasanz de Pedagogía, 1954). El
crítico trata de hacer una llamada de atención para no tener en cuenta solo el
lenguaje escrito en el proceso de aprendizaje, sino fomentar también la palabra
oral.
En
referencia al paso de la oralidad a la escritura, Cerrillo habla del
descubrimiento de la tradicionalidad, es decir, descubrir que los cancioneros
(escritos) aprendidos por los alumnos, son en realidad de tradición oral. En la
actualidad, la mayor parte de la lírica popular es aprendida por escritos, no
es transmitida de generación en generación de forma oral. Ante ello, el autor aconseja
reflexionar sobre nuevas propuestas didácticas y tratar de volver a darle a los
cancioneros infantiles el carácter oral que tenían en su origen, con ayuda de
los padres, quienes sí vivieron en su época esta transmisión de forma oral.
El
autor argumenta de forma razonada su propuesta, ya que explicita todas las
habilidades que pueden desarrollar los alumnos mediante el Cancionero Infantil,
como cita:
“Desarrollo
creativo de las destrezas expresivas de los niños, a superar sus dificultades
ortológicas, a fomentar sus habilidades poéticas y a crear sólidos hábitos
lectores.” Pedro C. Cerrillo (2007).
Por
estas razones el trabajo del Cancionero dentro y fuera del aula puede potenciar
muchas de las habilidades lingüísticas de los alumnos, sobre todo relacionadas
con la expresión oral y la comprensión oral y por ello debería utilizarse como
una actividad enriquecedora.
Por
otro lado, la satisfacción que produce la lírica popular en los niños puede
motivarlos para aprender contenidos, aunque éste no sea su objetivo final. El
uso de la lírica también favorece la memorización de forma lúdica, así como la
socialización entre compañeros entre los que se puede compartir diferentes
canciones, adivinanzas, etc. Todo ello, convierte este tipo de literatura en una
actividad muy interesante para el aprendizaje, especialmente en el primer ciclo
de primaria.
Este
tipo de actividades tienen un carácter más afectivo, que despierta la
sensibilidad, por tanto desde la escuela deberían fomentarse éstas, tanto en
las aulas como en casa para conseguir el desarrollo integral de los alumnos,
introducidos en unas costumbres y unas tradiciones con las que se pueden
identificar.
En
relación a su puesta en práctica según la edad, los cancioneros deberían
introducirse en todos los ciclos, aunque sean más llamativos en el primero de
ellos. La razón de ello es que los niños a lo largo de toda la primaria juegan
y se divierten, por tanto estas actividades no le pueden parecer infantiles ni
aburridas.
Lo
importante es introducir a los alumnos en el mundo del Cancionero Infantil, no
obligarles a aprender canciones, rimas o adivinanzas, sino crear en ellos la
necesidad de conocerlas y querer aprenderlas, para lo cual deberían prestarse
siempre voluntarios tanto padres y familiares como el propio docente.