Ed. digital: Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Ana Garralón nació en Madrid (1956). Es profesora, traductora y crítica literaria, especializada en literatura infantil y juvenil. Colabora en diversas editoriales españolas y extranjeras, así como en prensa especializada. Imparte talleres en España y América Latina para formación de profesores y bibliotecarios. Su blog (http://anatarambana.blogspot.com) es muy conocido dentro del ámbito de Literatura infantil y juvenil.
Para empezar, este artículo se divide en dos apartados; el primero Dónde viven los monstruos critica las diferentes tendencias que ha tenido la literatura infantil y juvenil, así como la ausencia de críticos formados desde la filología. El segundo apartado Vamos a buscar un tesoro aclara diferentes términos que son necesarios para ser un buen crítico de la LIJ y destaca varias observaciones y dificultades que entraña el ser crítico de este tipo de literatura.
Para empezar, este artículo se divide en dos apartados; el primero Dónde viven los monstruos critica las diferentes tendencias que ha tenido la literatura infantil y juvenil, así como la ausencia de críticos formados desde la filología. El segundo apartado Vamos a buscar un tesoro aclara diferentes términos que son necesarios para ser un buen crítico de la LIJ y destaca varias observaciones y dificultades que entraña el ser crítico de este tipo de literatura.
Seguidamente, la autora critica que la literatura infantil se ha ido desarrollando bajo la mirada del adulto, ya que era quien decidía qué libros podían ser leídos y moldeaba el gusto del lector. Además, estos libros dirigidos a niños se han vinculado a la pedagogía al uso.
Además, Garralón señala que en la actualidad los libros para niños gozan de un estatus privilegiado, ya que ofrecen beneficios dentro de la perspectiva cultural y "son una poderosa industria". Además, compara la situación que han tenido los niños a lo largo del tiempo con la de los libros, ya que han sido manipulados, forzados a existir y reprimidos. Es por ello, que destaca la necesidad de superar la barrera de la literatura sin adjetivos. Por otro lado, destaca la continua presencia pedagógica y la obligatoriedad de leer que siguen existiendo como parte de los objetivos educativos.
Después comenta diferentes criterios de selección, ya que algunos libros se seleccionan desde criterios económicos, de desinformación y morales, pero dicha selección se hace difícil debido a que la producción de libros infantiles en España suponen un 15% de la producción total y por tanto, hace indispensable que existan personas capaces de opinar y recomendar.
Respecto a lo anterior, la autora se cuestiona algunas preguntas sobre quién debe ser el crítico de libros para niños, ya que hay un ausencia de críticos formados desde la filología, cosa que hace que la crítica sea asumida por los docentes, pedagogos o psicólogos, que están más relacionados con la infancia.
Otra cuestión versa sobre para quién hacemos la crítica y la autora responde que para el adulto, porque es quien seleccionará los libros y se orientará según nuestra opinión.
En la última pregunta "¿para qué hacer crítica? " indica que es para descubrir libros que han podido pasar desapercibidos o para escribir sobre otros libros que se han puesto de moda y no valen la pena leer, etc.
Para continuar, Garralón aclara los siguientes términos: seleccionar, evaluar y criticar. Comenta que no es sencillo comprender el concepto de crítica, ya que existen diversas opiniones al respecto. Además, dice que "se suele dar preferencia a los autores reconocidos que a los noveles" y que el público es poco exigente y se conforma con reseñas cortas y poca información, lo que entraña unas dificultades a esta actividad como: la ausencia de espacio generalizado que informe de manera amplia de las novedades, con distintas opiniones y tendencias, la ausencia de formación de críticos desde la filología que ha hecho que se produzca un apego a los valores pedagógicos más que literarios, mucha producción y poca información del que se encarga de las críticas y una falta de reivindicación y valoración de los destinatarios.
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La autora destaca la opinión de Agustín Fernández, el cual reclama más seriedad en la labor evaluativa, así como más responsabilidad y detenimiento cuando se lee la obra. Fernández comenta que es necesaria "una crítica que señale cuándo los caminos recorridos están ya muy andados y cuándo significan algo nuevo".
Por último la autora apunta algunas observaciones que han de tener en cuenta los críticos como: no es lo mismo evaluar un libro de ficción que uno documental, ya que tienen estructuras y elementos diferentes, así como hay que considerar aspectos literarios que son importantes y a veces se pasan por alto como la tendencia al "personaje plano" o el diálogo como recurso narrativo y toma como referencia el análisis de Miguel Vázquez Freire sobre los distintos axiomas que se han utilizado para llevar a cabo la crítica.
Desde mi punto de vista, creo que los libros infantiles se han visto como parte del ámbito educativo, dándole un sentido pedagógico e instrumentalizado que hace que los niños no aprendan a leer por placer, ni vean los libros como una forma de entretenimiento y diversión. Además, a lo largo del tiempo se ha considerado a este tipo de literatura como un medio para transmitir esos valores a través de unos requisitos y unos límites que hacen que los autores sientan que tienen una barrera a la hora de escribir lo que quieren. Estoy de acuerdo en que no se ofrece una formación específica a los filólogos sobre la literatura infantil y eso hace que otras personas asuman esa postura y se conviertan en críticos sin muchas veces entender correctamente el concepto de crítica ni cómo llevarlo a cabo.
A parte, considero que es importante que los padres estén informados sobre este tema y animen a sus hijos a ser lectores y adquirir este hábito en su vida. Por tanto, como docentes tenemos que ser conscientes de que es imprescindible fomentar ese hábito lector desde que son pequeños, ya que conforme van creciendo este hábito contribuye a su integración en la escuela, también a desarrollar el sentimiento de empatía, así como las emociones y potenciar la autonomía.
Por otro lado, creo que los niños deberían leer libros que resulten motivadores y divertidos y no se les debería obligar a leer un libro por el interés didáctico y pedagógico que pueda tener. Nosotros tenemos la varita para guiar a los niños hacia lecturas que puedan parecernos provechosas, pero ellos no tienen que ver ésto como una obligación, sino como un tesoro que llena nuestras vidas.
Virginia Valero Férez